jueves, 26 de septiembre de 2013

MITOS Y REALIDADES DE LA ENFERMEDAD MENTAL

El estigma se sustenta en los muchos mitos y malentendido heredados y ampliados a lo largo de los siglos, que todavía existen en torno a la enfermedad mental y que la distorsionan y ocultan. Es importante conocer las realidades para hablar sin miedos y empezar a tratar a las personas que las padecen con respeto.
El principal estereotipo sobre las personas con enfermedad mental grave es el que las identifica con la violencia y como extremadamente peligrosas, especialmente en el caso de la esquizofrenia. En este sentido las investigaciones muestran que las personas con esquizofrenia no son más peligrosas que las "sanas" en una misma población y en su mayoría no cometen actos violentos.

Hay tres concepciones erróneas y frecuentes de las personas que padecen enfermedad mental, que incluyen diversas patologías, especialmente las graves.
  • Son personas violentas y pueden convertirse en maniacos homicidas
  • Son impredecibles, tiene un espíritu libre y rebelde
  • Son infantiles, con maravillosas y extrañas percepcciones del mundo
Ante estos mitos, la sociedad desarrolla actitudes que entorpecen la recuperación:


MITO
REALIDAD
Nunca se recuperaran
Mejoran en su gran mayoría y pueden tener una vida plena.
Violentas
Algunos trastornos mentales pueden desarrollar episodios de conductas agresivas, pero no son personas violentas.
Son trabajadores de segunda fila
No hay diferencias en cuanto a productividad entre personas con enfermedad metal y personas que no la padezcan.
Son “especiales” muchas son genios como Mozart o Beethoven
Son personas normales, algunas con talento especial, igual que otras que no tienen enfermedad mental.
No pueden llevar una vida normal
Pueden y deben llevar una vida normalizada, con el apoyo de familia, amistades.

No pueden tener pareja ni casarse
Los médicos no observan ningún obstáculo para que puedan tener este tipo de relaciones sociales y afectivas.
Deben estar encerradas
En general, los enfermos y las enfermas atendidos/as en la comunidad evolucionan mejor y durante más tiempo que los que se tratan en el hospital. Además, el aislamiento de la sociedad refuerza la imagen pública de personas extrañas y peligrosas.


Rocío Gay

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